A Thich Nhat Nhahn, a Tich Hat Han, al maestro Thay le gusta hablar de «interser» para referirse a esa interconexión que nos mantiene a todos unidos con todos, que en idioma pali se denomina «Anatta» y en sánscrito «Anattman«. La traducción de estos términos aluden a la ausencia del «yo», y durante mucho tiempo fue objeto de controversia entre los estudiantes de budismo y sus maestros.
Uno de los sellos de la realidad es que ninguno de los fenómenos que existen en ella tiene una existencia indvidual, entendida como separada del resto. La hoja lo es porque creció de una rama, y esta de un árbol. A su vez, el árbol crece porque existen tierra que lo nutre, lluvia y sol. Para que la tierra tenga nutrientes es necesario que haya restos orgánicos y gusanos que hagan su trabajo, para la lluvia nubes, para el sol, estrellas… y así, literalmente, hasta el infinito.
No hay nada que pueda existir de manera aislada, nada que no esté conectado, de una forma u otra, con el resto de cosas, como un efecto mariposa gigante.
Dejando de lado las implicaciones filosóficas o teológicas del asunto, todo este tema del interser tiene un contrapunto muy gracioso en nuestro siglo XXI y el uso generado de Internet. Hoy, gracias a la Red, todos somos quizá más conscientes de que estamos conectados unos con otros. Tenemos nuestras «redes sociales» y podemos acceder a cualquier dato, persona o evento de manera simultánea. Resulta casi paradójico que tengamos tan presente el concepto de Anatta todos los días y no le prestemos atención.
Uno de los efectos curiosos que tiene la interconexión del anatta y la interconexión de la Red es que nos hace conscientes de efectos inesperados de nuestra vida. De repente nos podemos hacer conscientes de cómo y cuándo nos hemos cruzado con personas que normalmente pasan desapercibidas, pero que están ahí, o que han estado ahí, y con los que has ocmpartido momentos únicos de manera invisible.
Hace relativamente poco, comencé a seguir a Andrea en Twitter, o ella me comezó a seguir, o nos followeamos, como quiera que se diga. El otro día vi gracias a Twitter que había escrito en su blog una entrada sobre un retiro de silencio (que os recomiendo leer en este enlace) y después de leer su experiencia, pinché en un enlace de otra entrada anterior, sobre otro retiro, éste de 6 horas, que había hecho meses atrás.
Y ahí estaba yo. Físicamente. En una de las fotos que ilustran la entrada, salgo yo meditando.
Porque resulta que Andrea y yo compartimos un retiro de silencio de un día, a finales de marzo. Y en ese retiro Andrea tomó una foto. Y yo estaba tan cerca de ella como para salir en el encuadre. Y por cosas de interser/internet, después terminamos coincidiendo en el mismo espacio de Twitter.
Supongo que esto no hubiera tenido mayor relevancia si durante el retiro nos hubiéramos puesto a hablar entre nosotros, que es donde habitualmente te enteras de que la gente tiene twitter y blog y les sigues. Pero claro, como era un retiro de silencio donde no podíamos hablar ni verbal ni no verbalmente (nada de contacto visual, por ejemplo) la cosa resulta más graciosa.
Quizá en alguna de las prácticas (la de caminar con los ojos cerrados, ¿te acuerdas, Andrea?) hubieramos coincidido. De lo que es seguro, es que ese día compartimos energías.
Aquí está la entrada. Soy el que está de espaldas, casi en primer plano 😉
Por cierto, me llamo José, un placer conocerte.
Comentarios recientes