Hay cosas que ocurren en la naturaleza que nos cuesta creer que puedan pasarnos también a nosotros. Por ejemplo, aceptamos que en la naturaleza existan determinadas afinidades. Las abejas buscan polen en las flores y no en las hojas de los robles, o los nidos de los pájaros. Son los gatos los que persiguen ratones, quizá porque les gusta cazar o jugar con ellos. Sin embargo, ese impulso no está en las vacas, que pastan a su aire independientemente de quien se cruce por su camino. Son cosas normales, naturales, incluso nos pueden parecer ejemplos tontos porque aceptamos que la vida funciona así.
Pero cuando hablamos de las personas, pensar que pueda haber esas mismas afinidades no nos resulta tan familiar.
El otro día estaba hablando con una amiga que me decía que ella era una persona de relaciones. Incluso ahora que estaba soltera, los chicos que se le acercaban buscaban salir con ella, no un lío de una noche. Yo creo que en mayor o menor medida todos hemos escuchado algo parecido. De repente te das cuenta de que fulanita sólo está con chicos que son unos capullos o que acaban engañándola, y alguna amiga le dice “¡a ver si escojes mejor la próxima vez!” Otro amigo me dijo una vez que tenía un imán para las mujeres mayores que él. Si nos fijamos bien, hay algunos patrones que se repiten en según qué personas.
Es como cuando estudiaba psicología, que de repente me encontraba con que todo el mundo me contaba sus problemas, incluso gente a la que acababa de conocer. Durante una temporada hice la prueba y le decía a todas las personas que conocía que estudiaba arquitectura. Y seguían contandome sus problemas personales…
No sé cual puede ser la causa, pero sí que creo que esto ocurre. Que las afinidades entre personas hace que terminemos cerca de las personas que son similares a nosotros. “Dios los cría y ellos se juntan” que dirían los abuelos.
En determinadas líneas de investigación, la policía francesa ha utilizado el estudio de los micromovimientos de las personas para determinar si mentían o no. Son movimientos muy sutiles que nos dan información sobre el otro y que psicólogos como Paul Ekman han estudiado extensivamente para aprender más sobre nuestras emociones. También anda por ahí el famoso experimento sobre el efecto inconsciente de las feromonas, en el que unas mujeres escogen a los hombres más aptos genéticamente por el olor de sus camisetas. Pueden ser posibles explicaciones a este comportamiento gregario. También podríamos decir que hay una conexión especial por las energías de dos personas vibran con la misma frecuencia, o que es el destino o el karma de vidas pasadas… El caso es que ocurre continuamente. Hay gente que te cae bien o mal sin razón aparente. Hay “feeling”.
Este tipo de afinidad tiene muchas implicaciones. Se pueden escribir muchas entradas sobre esto. Hoy sólo quería centrarme en los errores perceptivos que se derivan de este efecto de afinidad.
Porque si aceptamos que este efecto de “llamada” existe, significaría que, quien más quien menos, vamos a relacionarnos con personas de un determinado tipo, y esto significa que nuestra percepción de la realidad va a estar sesgada por nuestra experiencia de esas relaciones.
Supongamos que, por su forma de hablar, sus micromovimientos, sus feromonas o su destino kármico, un chico sólo atrae a chicas frágiles o inseguras. Al final, lo que mejor conocerá del género femenino son este tipo de chicas, y cuando algún amigo le pregunte por las mujeres la idea que se habrá formado sea una muy concreta y sesgada hacia lo que ha vivido. Otra persona que atraiga más a mujeres dominantes y agresivas tendrá una visión opuesta.
¿Y quién tiene razón? Pues ambos, porque cada uno ha vivido en un mundo poblado por un determinado tipo de personas. Como nadie puede relacionarse con todos, cada uno cogerá la olla por un asa diferente.
¿Qué ocurriría si aplicamos este ejemplo a otras facetas de la vida? Porque estos micromovimientos o energías cósmicas no tienen por qué limitarse exclusivamente al mundo de las parejas: al final, un hombre competitivo, agresivo, que es capaz de hacer cualquier cosa para llegar alto, terminará, por interés laboral, en una empresa competitiva y agresiva. Y por afinidad social terminará haciéndose amigo de personas similares. Y como son capaces de hacer cualquier cosa, puede que en algún momento sufra alguna traición que le haga ver que no puede fiarse de los amigos y que en el futuro le lleve también a cometer alguna traición por interés propio…
Evidentemente, las cosas no son tan exageradas, son más variables en el mundo real. No nos juntamos con gente que es exáctamente igual a nosotros, pero en cierto modo, sí que compartimos más con gente afin, o relativamente afin. En cierto modo sí que repetimos las mismas experiencias en nuestra vida. Somos como los que tienen un martillo en la mano y ven todos los problemas como clavos, que dice otro refrán…
Si somos conscientes de que todos y cada uno de nosotros nos hemos montado una idea del mundo en base a unas experiencias incompletas y sesgadas, quizá podamos tomarnos las cosas con más flexibilidad. Y aceptar que hay otra forma de ver las cosas, no juzgar tanto a los otros.
Comentarios recientes