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¿Os habéis parado a pensar en el efecto de la lotería de navidad? El foco de atención está puesto en los ganadores, claro, pero… ¿y el resto? A la gran mayoría de los participantes de la lotería de navidad y de la lotería del niño no les toca el premio gordo. Un porcentaje se llevará el reintegro y poco más. Sin embargo, la lotería no es un gran generador de desilusiones. La gente no va por la calle el día 23 de diciembre maldiciendo y con el ceño fruncido. La gente acepta de buen grado el hecho de que no toque.

¿Os habéis dado cuenta de lo complicado que es mantener esa misma actitud en el día a día? Sería estupendo poder mantener ese mismo estado con las cosas cotidianas que nos afectan. A fin de cuentas, en la lotería uno juega con una expectativa, con la expectativa de que le toque. Si uno estuviera totalmente convencido de que no le va a tocar nada, no jugaría. Ni siquiera tendría sentido ese décimo compartido con los compañeros de trabajo, ¿verdad? Ese “por si acaso” esconde el atisbo de una posibilidad de victoria. Y no nos la queremos perder.

Creo que el principal motivo para que perder en la lotería no nos saque de quicio es que resulta muy sencillo ver la foto completa. Todos los que hemos jugado a la lotería en algún momento sabemos que las probabilidades de que te toquen son muy pequeñas. No sólo eso, sabemos que hay poco que podamos hacer para cambiar eso. Portarte bien no cambiará tus probabilidades. Encomendarte a tu santo favorito no cambiará tus probabilidades. Quedarte hasta tarde trabajando no cambiará tus probabilidades. Comer sano y practicar ejercicio… tampoco cambiará tus probabilidades.

Con la lotería, todos tenemos claro qué cosas entran dentro del marco de lo que podemos hacer y qué cosas están fuera de nuestro control. Por poco que nos guste, la única forma de influir en los resultados es comprando más décimos, y seguramente que todos hayamos tenido la experiencia de ir un año con los bolsillos cargados de números y habernos quedado igual.

Lo curioso es que muchas cosas de la vida funcionan igual: para lograr el objetivo hay una parte que está bajo nuestro control y otra parte que no. Por regla general la parte que no podemos controlar suele ser mucho más compleja y vasta. Hay infinidad de aspectos que están influyendo en cada momento. Cosas que incluso no esperemos que influyan en realidad están influyendo. En la lotería tenemos la suerte de ver una parte del proceso, con la retransmisión de la famosa gala con los niños de San Ildefonso recogiendo las bolas y cantando los números. Sabemos que el azar está realmente jugando un papel fundamental porque el resto de variables están controladas.

Sin embargo en el resto de situaciones cotidianas no vemos esta parte y asumimos que por el simple hecho de portarnos bien vamos a obtener el afecto que buscamos, que por encomendarnos a los santos vamos a lograr protección, que por echar horas nos subirán el sueldo todo lo que nos merecemos, que por comer sano y ejercitarnos nos libraremos de las enfermedades. Lamentablemente, la vida no funciona así.

Es más parecida a la lotería, en la que el azar también juega un papel muy relevante. Lo juega porque hay miles de factores que están influyendo en cada cosa en la que nos involucramos y ninguno de esos factores tiene un control tan exhaustivo como el de la lotería de navidad. Puede que la persona a la que cortejas haya dormido mal y hoy no te vaya a hacer caso. O que un error de otra persona haya puesto en apuros la economía de tu empresa y hayan tenido que recortar la bolsa de los incrementos salariales. O que justo esa cinta de correr esté inclinada de tal forma que está lentamente afectando esa microlesión de la rodilla de hace unos años.

La meditación no nos va a aportar poderes sobrenaturales para conocer todas las causas que operan sobre una situación concreta, pero si que nos puede ayudar a comprender y aceptar que vivimos en un mundo enorme, vasto e incierto.

Para eso nos podemos ayudar de la imaginación durante las sesiones de meditación. Podemos tratar de ver otras alternativas a lo que nos ha ocurrido. De ver todas las cosas que pueden estar afectando, por absurdas que nos puedan parecer.

El objetivo no es ni descargarnos de responsabilidad ni abandonarnos a la desesperanza, pero sí tomar distancia sobre lo que nos pasa. Poder observar toda la escena como testigo. Adoptar la actitud que tomamos todos el 23 de diciembre, cuando seguimos siendo igual de pobres y nos prometemos que ya no jugaremos más, y al año que viene volveremos a comprar algún decimillo.

…Por si acaso

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