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El zen japonés ha tenido una influencia muy fuerte en la estética occidental, hasta el punto que la propia palabra zen tiene un significado propio dentro de nuestro vocabulario.

Cuando uno indaga sobre el budismo japonés encuentra otros aspectos tremendamente interesantes de cómo la sociedad japonesa ha embebido esta corriente del Chan. A mi, particularmente, me gusta mucho su concepto del wabi-sabi.

Wabi sabi es el equivalente japonés al canón de belleza occidental de los griegos. Mientras que en occidente lo bello se enmarca dentro de unas proporciones perfectas y unos rasgos definidos y atemporales, el canon de belleza del wabi sabi se sustenta en la fugacidad de lo material.

Puerta
Parece ser que la etimología de wabi sabi no se ha explicado del todo intencionalmente. Como en el Zen, la transmisión por palabras puede ser engañosa. Pero el espíritu del wabi sabi está impregnado en muchas cosas que consideramos con «estética zen«. De hecho, el término wabi sabi se utiliza con amplitud en expresiones artísticas occidentales como la arquitectura, la fotografía o la poesía y hay varios libros famosos que hablan sobre el concepto. Cuando observáis una fotografía de algo sencillo y desgastado que transmite una serena sensación de desolación o simplicidad, estáis sintiendo el wabi sabi.

Wabi sabi capta la expresión de la impermanencia budista. Cualquier objeto recién comprado, como una pieza de cerámica, responde más al canon de belleza tradicional, pero una vez que sale de la fábrica empieza la incesante degradación que los elementos provocan en esa pieza. Con el tiempo y el uso, las imperfecciones se van acentuando, aparecen grietas o roces, y la impermanencia del objeto se hace más patente. Esa pieza adquiere la fuerza del wabi sabi.

El haiku o poesía japonesa también está impregnada de wabi sabi, como en estos versos de Fujiwara no Sadaie que he visto en este blog:

Miro a lo lejos
y no veo cerezos
ni hojas matizadas:
sólo una modesta cabaña en la playa
a la luz de un atardecer de otoño.

Lo sencillo, lo rústico, lo imperfecto y evanescente… estas son las características de wabi sabi.

Al meditar sobre la impermanencia podemos hacernos conscientes de cómo los sonidos aparecen y desaparecen, cómo nuestros propios pensamientos vuelven al vacío una y otra vez. Pero la impermanencia se puede observar también en los objetos cotidianos. En esa madera ajada de la puerta, en la cerradura antigua y deslustrada, en la piedra cubierta de musgo.

Una meditación wabi sabi, sobre la impermanencia, puede ser simplemente observar con atención plena un objeto sencillo de nuestra casa, notando el curso del tiempo sobre su superficie. Hacernos conscientes de sus imperfecciones y su fragilidad. Como el wabi sabi está relacionado con el mundo natural, sería recomendable observar algo cercano a la naturaleza en lugar de algo tecnológico o plastificado. Una maceta, una manta o una taza, por ejemplo.

La belleza que propone el wabi sabi es opuesta a la griega. No es objetiva y duradera, nace de nestra propia percepción de la realidad y puede encontrarse en cualquier lugar, por pequeño o imperfecto que parezca.

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