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La atención en la respiración a medida que practicamos nos permite afinar y darnos cuenta de mas detalles acerca de nosotros mismos. Esto en sí mismo nos aporta mucho conocimiento acerca de nuestra manera de reaccionar o responder a las situaciones de la vida.

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Cuando comenzamos la práctica es útil ir afinando nuestras capacidades de atención. No sólo nos vamos haciendo conscientes de la respiración en nuestro cuerpo si no que también vamos poco a poco a ser conscientes de la calidad de nuestra atención.

Modular la calidad de nuestra atención tiene su importancia. Una atención excesivamente focalizada nos lleva a la concentracion y la absorción; una atención demasiado laxa favorece la somnolencia cuando nos relajamos.

Es útil darse cuenta de nuestra tendencia natural de usar la atención y curiosear para conocer las diferentes intensidades de esta función. Puede que cuando practiquemos centremos demasiado la atención, quizá incluso tensando la mandibula o forzando el entrecejo. Nos esforzamos mucho en concentrarnos en la respiración y eso nos puede frustrar porque un esfuerzo continuado hace que la atención se fatigue. Cuando eso ocurra puede que seamos conscientes de que los pensamientos entran en tromba.

Por otro lado, la atención laxa dificulta la claridad mental. Quizá seamos conscientes de la respiración de manera clara al principio y, a medida que la relajación va haciendo efecto, nos resulte más difícil percibir con atención plena las sensaciones corporales. Puede que sea un adormecimiento leve, como un atontamiento agradable, en el que se cuelan pensamientos e imágenes.

La clave es, como podéis sospechar, mantener un esfuerzo correcto. Ni muy concentrado ni muy leve, que responda a las instrucciones de los sutras donde se decía que cuando el monje respira profundo sabe que respira profundo.

Ni más. Ni menos.

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