¿Qué significa sentirse bien? ¿El bienestar emocional es una emoción concreta o específica? Parece que no. Todos podemos identificar cuándo estamos alegres o tristes, cuando estamos molestos, frustrados, eufóricos o calmados, pero el estado basal de “estar bien” no se relaciona con ninguna emoción particular.
En el campo de las emociones ha habido muchos investigadores de renombre. Uno de ellos es Antonio Damasio, que hablaba de esta emoción de fondo, basal, para representar una de las actividades que realiza nuestro cerebro de manera inconsciente y que es vital para nosotros: el darnos cuenta de nuestro propio estado interno.
Estamos continuamente reevaluando nuestras condiciones a un nivel sutil. Nuestro cerebro necesita conocer cómo estamos, cómo están los órganos internos, cómo está la fuerza del brazo o de las piernas, qué energía tenemos disponible para subir esas escaleras, comprender un texto del periódico, o conversar con el vecino en el ascensor.
De esta evaluación surge también un feedback emocional. Ante cambios en nuestro estado físico, hormonal, comportamental, etc. nuestro cerebro reacciona recogiendo toda esa información y preparando una especie de informe ejecutivo. Este informe ejecutivo es el que viaja a la consciencia donde toma la forma de una emoción concreta, con nombre concreto quiero decir. Sólo después es cuando tomamos decisiones conscientes y razonadas.
La investigación sobre las emociones ha pasado por muchos altibajos. En un momento inicial se pensaba que las emociones eran simples sumas de conductas (“estoy triste porque lloro” que decía William James). También se ha considerado que son disparos de neuronas o de neurotransmisores, pero ya las primeras investigaciones de Gregorio Marañón en las que inyectaba adrenalina a los voluntarios apuntaban a que es necesario un factor de conciencia; de construcción cognitiva sobre esos estímulos internos para que uno tenga la percepción de emoción.
Uno de los modelos a tener en cuenta es el de Schachter y Singer, que defiende que hay una fase inicial de reacción fisiológica, con descarga de hormonas, disparos sinápticos y demás, pero que es cuando esos estímulos internos y externos se elaboran cognitivamente cuando podemos hablar de emoción.
Es en ese espacio de elaboración cognitiva donde juega un papel fundamental el mindfulness: Por un lado es importante identificar los cambios fisiológicos que ocurren en tu cuerpo per se, pero también es importante observar qué atribuciones estamos realizando con respecto a esos cambios fisiológicos.
Imagínate que alguien en la calle te para e interrumpe el camino que llevabas. Te sientes irritado, alterado y respondes de mala manera. Puede que la elaboración de esa emoción se haga por el contexto y termines pensando algo así como “¡qué poca educación tiene la gente!” si el que te ha parado lo ha hecho con algo que consideras banal o quizá pienses algo más inapropiado si el que te ha parado pertenece a un colectivo que no te despierta simpatías por su raza, religión, edad, o lo que sea.
El primer punto es ser consciente de tu emoción de base. ¿Te acuerdas de que la primera vez que te sentaste a meditar notaste la tensión de tu espalda? Con las emociones es igual: puede que tu ya anduvieras con irritabilidad por el día de trabajo, o por el calor, o porque hace poco que dejaste de fumar. Pero como has estado distraído, con la mente en otra cosa, no has sido consciente de esa emoción de base. El momento en que alguien te interrumpe es cuando la emoción encuentra su momento para salir.
El siguiente punto es la atribución que haces de la emoción que sientes. Si otorgas densidad, credibilidad a esa atribución, la estarás perpetuando. Y no es que la emoción no sea necesaria en ese momento, es que quizá la causa sea algo totalmente diferente. Darte cuenta de que estás dejando de fumar, y que por tanto estás pasando un momento de sensibilidad emocional, le da un carácter temporal al disparador de la emoción negativa. Dárselo a algo tan general como que “la gente es muy maleducada” está regando una creencia irracional que se disparará con mayor frecuencia cada vez que necesites descargar una emoción negativa.
En su lugar, cuando aparezca una emoción negativa, detente un momento a evaluar tu día. ¿Qué hay de diferente en el día de hoy en tu vida? ¿Y ayer, ocurrió algo diferente? El mero hecho de acudir a tu memoria episódica es un punto de diferencia con respecto a la reacción emocional automática. Cuanto más lo practiques, más capacidad de gestión emocional estarás generando.
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