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¡Parece que hemos comenzado el año con fuerza!

El último día en clase fue un día bastante productivo. Hubo comentarios  y experiencias muy interesantes, de esos que dan para quedarse durante horas a hablar y hablar compartiendo ideas, opiniones y consejos.

A woman thinking

A woman thinking (Photo credit: Wikipedia)

Me quedo con un comentario en concreto que me dio que pensar acerca de lo paradójico que resulta la práctica de meditación Dzogchen a medida que vas avanzando en ella. Una de la chicas del grupo se sorprendió porque varios de nosotros estamos en una fase de “dejar entrar a los pensamientos¿Cómo es posible que volvamos a los pensamientos cuando desde el principio los estamos intentando eliminar?

Muchas veces he usado la metáfora del camino para referirme a la práctica de la meditación, pero la verdad es que he escrito poco sobre los diferentes pasos que se dan en ese camino y creo que la pregunta del pasado miércoles es un buen pie para echar una vista atrás, para, aprovechando esta primera entrada de 2013, recapitular lo que hemos venido haciendo hasta ahora.

Nuestra práctica de la meditación comenzó con la postura y la respiración. Las primeras indicaciones se referían a cómo uno se tiene que sentar para facilitar la respiración y en cómo debemos atender al aire que entra y sale de nuestro cuerpo.

Enseguida vimos que tanto la postura como la atención a la respiración eran bastones que nos ayudaban a centrarnos en algo más importante que había detrás: la relación con nuestros pensamientos. Tras un tiempo centrándonos en la respiración vimos que lo que ocurre durante la práctica es que los pensamientos nos invaden, y aquí comenzó la verdadera aventura: ver los pensamientos de otra forma, re-educar nuestra relación con nuestros propios pensamientos.

En este estadio inicial, los pensamientos son lo mismo que para la mayoría de la gente: nuestra principal fuente de actividad. Están presentes continuamente y rigen nuestra actividad. Tras años de funcionar por y para los pensamientos, nuestra actividad mental es como un denso tapiz que cubre todos los aspectos de nuestra vida diaria. La respiración y la postura se convirtieron en nuestras primeras ayudas para ir desmadejando ese tapiz, y lo hacemos poco a poco, hebra a hebra.

Cosiendo Los Lazos!!!

(Photo credit: Maria Jose Varo: Diseños Tejidos Textil Natural)

Cuando era pequeño, una de las manualidades que nos tocaba hacer en el cole era un pequeño cuadro de punto. Era muy pequeño y apenas guardo recuerdos de aquello, pero me acuerdo que me llamó la atención que el diminuto tapete que cosía y que por delante parecía una flor o una casita, por detrás era una forma desdibujada con multitud de nudos e hilos que correspondian a cada puntada. De la misma forma, cuando comenzamos a usar el “no erre no erre” con los pensamientos, empezamos a ver que el reverso de nuestra consciencia contenía pensamientos muy difíciles de desvanecer, nudos que se resistían a ceder ante nuestra atención. Aquí comenzamos a practicar con distintos métodos para aflojar esos nudos.

Durante una temporada más bien larga nos fuimos centrando en estas prácticas de desenredo. Preguntar a nuestros pensamientos, seguirles el juego, centrarse en el cuerpo… todo eso forma parte de este conjunto de prácticas que íbamos aprendiendo. Y mes a mes, en ese juego de costura, había veces que entraba un poco de luz a través de los hilos y lo llamábamos presencia.

Y si, durante todo este tiempo, la tarea escondida era deshacer los pensamientos ¿cómo es que ahora los estamos introduciendo de nuevo? Bueno, tiene sentido si pensamos en que la intención final no es deshacer el cuadro de pensamientos que hemos tejido en la vida anterior a empezar a meditar, sino en que estamos aprendiendo a coser de nuevo, de otra forma más constructiva.

La parte más larga de nuestra práctica hasta el momento ha sido la lenta tarea de estabilizar el estado de presencia. Hemos ido deshaciendo nudos y nudos hasta que las hebras de hilo dejan pasar luz de forma regular. Pero el objetivo no es quedarnos en blanco. La meditación no consiste en dejar la mente en blanco, sino quizá en reestablecer la relación con nuestros pensamientos de una forma más saludable, más positiva.

Nuestros pensamientos nos permiten movernos en el mundo. Nos permiten tomar decisiones que nos ayuden y es un mecanismo evolutivo que nos ha acompañado hasta hoy para comprender nuestro entorno. El problema, como dice Eckhart Tolle, es cuando nos convertimos en esclavos del pensamiento. Si creemos que somos nuestros pensamientos y subordinamos nuestra vida a su influencia, tarde o temprano se generarán problemas. Digamos que la tela llega un momento en que se vuelve tan tupida que la luz no la traspasa, que la siguiente puntada se vuelve más difícil.

Así que el siguiente paso lógico del camino de la meditación se produce cuando hemos desenredado lo suficiente, reintroducir nuestros pensamientos como lo que debieron ser desde un principio: una herramienta más que nos ayuda en nuestro día a día.

Igual que la boca nos permite alimentarnos cuando tenemos hambre, los pensamientos nos permiten movernos en el día a día. Cuando hemos “domado” a nuestros pensamientos que ya no nos dominan tanto, podemos volverlos a dejar entrar y continuar la relación constructiva para la que estaban ahí desde un principio.

Claro que, esto, como el telar de Penélope, es una tarea casi sin fin, porque durante el día estamos inmersos en el follón del siglo XXI, usando nuestros pensamientos, tejiendo a contraluz, y por las tardes o noches nos dedicamos a deshacer lo cosido para que no nos atrape de nuevo, para que no vuelvan a formarse nudos que nos impidan ver lo que hay detrás. Por eso la práctica diaria es tan importante, por eso el Buda se despidió recordando que hay que esforzarse continuamente.

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