Tanto Santiago como otros meditadores avezados hablan de que el estado de presencia es «luminoso» y que uno se encuentra profundamente despierto.
En mi práctica, sin embargo, ese estado plenamente consciente se da realmente en contadas ocasiones. Me resulta mucho más fácil estar sereno, tranquilo, ecuánime. Ese estado de presencia con la mente clara, para mí, en estos momentos, resulta más inusual.
Cuando uno está en ese estado, muchas de las expresiones de Santiago y de otros cobran un sentido pleno. Por ejemplo lo de «descansar en el estado«. También he comprendido lo de tener los ojos abiertos. Cuando he alcanzado ese estado de presencia no me ha sido posible cerrar los ojos. Digamos que es lo contrario al estado de absorción. Con los ojos cerrados en la práctica se alcanza una mayor absorción, pero cuando he llegado al estado de presencia «real«, sencillamente no he podido cerrar los ojos.
Otra cosa que he descubierto con el estado de presencia es que, siempre en mi caso, hay como dos fases en la práctica, dos momentos relacionados con las dos sentadas que hacemos practicando.
Tanto si medito en casa como si lo hacemos en grupo, la primera vez sentada me sirve para relajarme. La segunda, es la verdadera meditación.
Nada más comenzar en esa primera sentada, en circunstancias normales, uno viene activo, con ese tipo de actividad que diríamos «del día a día». Centrarse en la respiración es fácil porque la atención funciona al nivel normal que usamos en la vida diaria.
Pero a medida que pasan las respiraciones, el metabolismo baja, la tensión del día a día se va aflojando y empiezan los primeros cambios. Como el sistema muscular se relaja, me entra una sensación de adormilamiento. Es como si el efecto de todos los cafés y cocacolas se esfumaran de repente y me diera cuenta de lo realmente cansado que uno está. En esta fase, lo normal es que se me cierren los ojos ellos solitos.
Por otro lado, al relajarme, también se bajan las defensas psicológicas, y la mente, si estoy preocupado o con temas pendientes, se desboca con pensamientos. Así que normalmente cuando acaba esta sesión estoy en ese estado extraño de adormilamiento y bienestar, ese dejarse llevar.
Muchas veces no tengo tiempo para practicar más en casa y el día se queda así, con esa sesión de meditación. Lo cual tampoco es que sea malo porque relaciono esa fase con la de «serenidad» y me ayuda mucho en el día a día.
Pero en la segunda sentada, si ya me he relajado todo lo que tenía que relajarme, la cosa cambia. Ya estoy relajado y la mente ha seguido toda la inercia que tenía que seguir, así que la atención se puede centrar más fácilmente en la respiración. Es entonces cuando la presencia se hace mucho más fuerte, mucho más luminosa.
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