Seleccionar página

Cuando comenzamos a meditar una de las cosas que hacemos es evitar que los pensamientos nos distraigan la atención.

De esta forma, progresivamente, dejamos los pensamientos a un lado y centramos la atención en otras cosas, las sensaciones corporales, los sentidos, la naturaleza de la propia mente.

Cuando llevamos un tiempo meditando podemos observar un cambio en la percepción de los pensamientos: la mayoría de los alumnos que han practicado conmigo lo describen como que los pensamientos se vuelven «más ligeros«, «menos sólidos«, «sin tanto poder de atracción«.

Y sin embargo, dedicamos poco tiempo a la atención al contenido de los pensamientos.

¿Por qué observar los pensamientos?

Aunque parezca contradictorio, hay un momento de la práctica de meditación en la que podemos volver la mirada hacia lo que estamos pensando. En lugar de evitarlo y volver una y otra vez al contenido de la respiración, analizar o clasificar los pensamientos que tenemos puede ser muy beneficioso.

El contenido de los pensamientos puede tener un impacto importante en nuestra forma de ver el mundo, incluso en el resto de las funciones de nuestro cerebro.

Sin que nos demos cuenta a nivel consciente, lo que nos decimos y cómo nos lo decimos, nos crea una realidad para nosotros y para interpretar el mundo.

Si únicamente vemos el mundo como una amenaza, nuestro vocabulario estará lleno de palabras y adjetivos de alarma. Veremos discusiones donde otros ven debates o dificultades donde otros ven retos.

Tipos de pensamientos que merece la pena tener identificados

El uso de una palabra en lugar de otra no siempre es inocuo. Usar términos que nos lleven a la obligación como «tengo que» o «debo» generan un contrato con uno mismo que se resuelve en frustración si no lo logramos.

También un lenguaje con un exceso de absolutismos puede influir en nuestra forma de ver el mundo: los «todo/nada» «siempre/nunca», «bien/mal» cierran las posibilidades de los grises, de los cambios y probabilidades. Y nuestro mundo es cambio, probabilidad y gris.

Por último, si nuestro discurso está teñido de negatividad, nos quitará energía y alegría. Esta negatividad a veces no es fácil detectarla porque no hay una palabra concreta que señalar como negativa o positiva. Sin embargo es bueno hacer el esfuerzo de identificar los contenidos que promueven la alegría y el ánimo de los que lo roban.

¿Y tú? ¿Tienes identificados los tipos de pensamientos que más te rondan la cabeza?

Pin It on Pinterest