Nuestro mundo tiene muchas cosas curiosas. Una de ellas, para mí, son los periódicos. O mejor dicho, la extensión de los periódicos. Mis padres compraban periódicos y siempre tenían el mismo número de páginas. Todos los días. Sin embargo, no todos los días ocurría lo mismo. El sentido común nos dice que no siempre puede haber el mismo número de noticias, o noticias igual de importantes.
Estuve dándole vueltas una temporada hasta que al final llegué a la conclusión de que los periódicos eran un tipo de negocio que vive de las noticias, y, por tanto, debía influir o gestionar su difusión para que todos los días hubiera algo que contar. Si un día había muchas noticias está bien porque la labor de los empleados del periódico sería simplemente seleccionar qué contar y con qué nivel de detalle. Pero los días flojos me los imaginaba alargando las pocas noticias “de verdad” y teniendo que publicar otra información menos relevante para cubrir el cupo de páginas.
Convertir algo en un negocio tiene el riesgo de que te conviertas en esclavo de la rutina que tú mismo te has impuesto. Como los compradores de periódicos esperan que su diario contenga equis páginas, tienes que apañártelas para llenarlas todas, todos los días.
He podido ver una tendencia parecida en la televisión o en internet. Los portales generalistas como yahoo! tienen que publicar cada día noticias que atraigan lectores a su portal, así que se las ingenian con títulos misteriosos y contenidos cambiantes. Todos los días deben ofrecer algo nuevo que enganche, aunque parece que ellos mismos son los que están enganchados a este ritual de tener que ofrecer algo nuevo todos los días.
Ayer hablaba con una amiga sobre las aficiones que uno tiene en su tiempo libre. Me decía que por una punta de trabajo llevaba siglos sin pisar el gimnasio y que, sin embargo, desde hace unos días estaba con un ritmo más tranquilo y que seguía sin ir. Lo decía con un deje de culpabilidad, y me di cuenta de que ese “dejarse esclavizar por la rutina” nos pasa a todos en el día a día.
Creo que estamos acostumbrados a iniciar algo con la idea, consciente o inconsciente, de que debemos perseverar en ella para conseguir algo. De la misma forma que si fuera nuestro negocio particular, esa afición pasa a convertirse en una rutina y nosotros sus esclavos. Si nos hemos apuntado al gimnasio/yoga/meditación/loquesea es para ir de manera regular. No hacerlo es “malo”.
La constancia no es mala de por sí, pero perder el foco quizá sí lo sea. Es necesario recordar cada cierto tiempo por qué hacemos lo que hacemos. Si el gimnasio es nuestra afición, tratémoslo como una afición. A las aficiones uno se acerca con gusto, con ganas de disfrutar, de pasarlo bien, de dejarse llevar. Fíjate que todos estos adjetivos (gustar, disfrutar, etc.) son adjetivos emocionales. Las aficiones están relacionadas con nuestras emociones, y las emociones son muy volubles. Es normal que hoy me apetezca una cosa y mañana no, o que me dedique con pasión a la fotografía durante un mes y al mes siguiente saque la cámara a ratos, y después me vuelva a interesar, y luego lo vuelva a dejar, y así.
Esa creo que es la diferencia fundamental entre afición y negocio, y en ocasiones se nos olvida. Nos metemos en el gimnasio para poder desconectar del curro y después de un tiempo el propio gimnasio se vuelve un factor estresante (lo cual favorece que no volvamos a pisarlo) Y así vamos, de afición en afición, escapando de nuestros agobios simplemente porque no nos tomamos las cosas con más calma.
De la misma forma yo he estado todos estos meses más separado del blog. Como en los periódicos del principio, me sentaba frente al ordenador y no encontraba de qué hablar. No me salían los temas, no me apetecía. Podría haber hecho como los periódicos o como yahoo y escribir de cualquier cosa; estrujar la realidad en busca de noticias, pero tomé otra decisión y he estado descansando. De barbecho.
Hasta que me ha vuelto el gusanillo.
Así que lo primero de todo es dar las gracias a todos los que, desde twitter, wordpress y otros blogs han seguido comentando y leyendo este rinconcillo. Gracias por el interés mostrado, y espero que las siguientes entradas os gusten. Para mí esto no es un negocio, sino una afición, un placer. Y desde luego es un verdadero placer escribir para vosotros. Escribir por placer
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