Para un psicólogo que trabaja en el mundo de la empresa, el término “clima laboral” tiene mucho sentido. Sin embargo, a lo largo de mi experiencia en consultoría y en departamentos de recursos humanos, me he encontrado con mucha gente que lo veía como algo esotérico o superfluo.
Gracias a la investigación, sin embargo, hoy sabemos que el clima laboral tiene efectos tangibles, medibles, sobre el rendimiento de los trabajadores. El “clima”, ese conjunto sutil de experiencias que comparten los miembros de un equipo o empresa, nos afecta a todos de una forma u otra.
El “clima laboral” funciona bajo un mecanismo muy humano: el de la transmisión de las emociones. Aquello que vemos en los que nos rodean, principalmente en los que consideramos parecidos a nosotros, nos influye. Si estamos en una empresa con un marcado ambiente competitivo vamos a percibir eso. Si estamos en un ambiente colaborativo y de confianza, también.
Muchas veces nos costará encontrar qué es lo que hace que se desarrolle un clima u otro, pero está ahí, siempre presente, entreverado en los códigos sutiles de la comunicación verbal y no verbal.
Esta especie de argamasa social no sólo funciona en nuestro trabajo. El clima no es solo laboral. Normalmente no lo percibimos a nuestro alrededor, pero hay momentos en los que cambia de manera tan repentina que es inevitable darse cuenta.
Este es uno de esos momentos. Podemos darnos cuenta cómo el clima social se ha ido enrareciendo con los vientos que venían desde China. Al principio era de una forma lejana, en diferido, como si estuviéramos viendo una serie de Netflix que tiene lugar al otro lado de la pantalla de televisión. Desde hace unos días, de forma más evidente y real, alterando nuestras conversaciones, nuestro ritmo de vida y nuestros hábitos.
El clima en España ha cambiado con el coronavirus.
Siendo como soy un apasionado del mindfulness, y en concreto del ámbito de las emociones en el mindfulness, no he podido sino observar con curiosidad este fenómeno en el que aún estamos inmersos (y que seguramente vaya para largo).
Mi punto de vista aquí, es que esa cosa sutil que llamamos “clima social” o “clima laboral” no es otra cosa que el caldo de cultivo primordial de donde surgen las emociones.
Desde el punto de vista del mindulness, las emociones son del cuerpo. Vivimos y sentimos las emociones en las manifestaciones corporales que nos producen. Evidentemente hay un componente mental, cognitivo, en el que reconocemos esas sensaciones y les damos el nombre y la forma de enfado, tristeza, miedo, alegría, envidia, etc. Sin embargo, lo fundamental para que hablemos de emoción es que hablemos de corporalidad.
Sin embargo, previo a esa encarnación de las emociones puede haber un proceso inicial que es fundamentalmente cognitivo. La mente como impulsora de emociones, como generadora de emociones. La semilla de la emoción surge de ahí, en ese rincón pocas veces visitado que los tibetanos denominan “alayavijñana”
Todo lo que estamos viendo y viviendo estos días en primera persona forman parte de ese caldo primordial de la emoción. Las noticias en la televisión, los comentarios entre compañeros, esta incertidumbre de saber si sí o si no está pasando algo serio, todo esto, todo este “clima” no forma parte de la emoción en sí. Si te observas con detenimiento verás que tiene que ver más con una disposición mental que con una emoción propiamente dicha.
Y sin embargo, la emoción está ahí, gestándose, larvándose poco a poco hasta que al final eclosiona en esa parte corporal, ese miedo a que no haya nada en el supermercado, a que ocurra algo y no estés preparado, a no ser tan listo como el de al lado.
Las emociones tienen un componente social que nos conectan con los que tenemos al lado para reaccionar de la misma forma con rapidez. Eso de “las emociones se contagian” tienen que ver con nuestro mecanismo de supervivencia y de socialización. Ahora bien, el clima sirve como una especie de precalentamiento para esto. Es ese estado de nerviosismo general que podemos casi mascar cuando vamos en el metro y alguien tose.
Aprovecha para estar consciente de todo ese proceso. No lo vivas desde el piloto automático. Sé consciente de tu predisposición mental que hay antes de que la emoción eclosione. Estoy convencido de que hay una fase previa a la corporalidad que tiene que ver mucho con la percepción, la atención y los recursos cognitivos. Esa fase que de forma natural llamamos clima a falta de otra palabra para nombrarla.
Realiza tu práctica de meditación habitual y sé consciente de cuál es tu disposición mental ante este clima en el que te ves envuelto. No se trata de que seas más o menos precavido. No se trata de ser más o menos frívolo con esta situación. Se trata de ser consciente de ella, desde su inicio hasta su extinción.
Continuaremos.
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