Una de las cosas que más me ha costado en la práctica de la meditación es el concepto de «no hacer nada». En la meditación, y sobre todo en algunas prácticas como el Zen, meditar consiste en sentarse y prestar atención a la respiración. Cuando te distrae un pensamiento, vuelves la atención a la respiración. Cuando el nivel de concentración es tan profundo que aparecen los fuegos artificiales, no les das importancia, vuelves a la respiración.
Una y otra vez, la respiración y la atención son los únicos vehículos que parecen funcionar en la práctica. Esto contrasta con mi experiencia al estudiar psicología de buscar activamente el equilibrio, la salud/bienestar del individuo. En las diferentes corrientes de psicología, bien sea conductismo, psicoanálisis, humanismo, etc., lo fundamental es que la persona avance de manera voluntaria y proactiva hacia los patrones (conductuales, emocionales o relacionales) saludables. Y con todo, en la meditación esto parece relegado a un segundo plano: si te embarga la ira, mantén la atención. Si te raptan los pensamientos, dirige tu atención. ¿Te angustia hablar con una persona? Centra tu atención en las reacciones de tu cuerpo. Parece que lo único que importa es el control de tu atención en los diferentes momentos de tu vida personal.
Parece que, en la práctica de la atención, lo que realmente importa es que dejes que tu vida sea como antes y te limites a observarla con una atención lúcida y serena. El simple hecho de «mantener la linterna encendida» obra por sí sola el milagro del cambio conductual / emocional / relacional. En esto se parece un poco a uno de los postulados del psicoanálisis primigenio de Freud, que sostenía que los desordenes del inconsciente cesan por sí sólos cuando emergen a la consciencia.
Yo me he resistido durante mucho tiempo a esta concepción casi mística de la atención. Puedes ser consciente de tu adicción a la droga, pero, ¿ser consciente te librará del acto de drogarte?
Todos tenemos una serie de conductas o reacciones que nos gustaría cambiar en nosotros mismos. Cuando he analizado estos patrones he descubierto que algunos de ellos han cambiado con la práctica, mientras que otros, tercos y obstinados, se mantienen a pesar del tiempo que llevo meditando. Soy consciente de ellos cuando ocurren y sin embargo están ahí. Es cierto que ser consciente de la existencia de estos patrones es un avance, pero no creo que vayan a desaparecer por el mero hecho de practicar. En determinados aspectos, en determinadas conductas que están muy arraigadas en nosotros, creo que la atención es una condición necesaria pero no suficiente para obrar ese cambio. La voluntad del cambio tiene que aparecer y luchar contra la inercia de la costumbre para desarraigar esas conductas o patrones aprendidos, y creo que debe hacerlo anteponiéndose a las instrucciones de sólo observar que están a la base de la práctica meditativa.
En mi opinión, la serenidad y la lucidez que otorga la prácitca continuada son aliados excelentes para emprender ese camino de cambio, pero no van a recorrerlo por nosotros. Hay un momento dado en el que hay que plantarle cara a los patrones que deseamos modificar y cambiarlos.
Este fin de semana, un conocido me hablaba de su compañera de piso. Tenía un problema serio de sobrepeso que le llevó a someterse a una operación de reducción de estómago. Tras la operación había perdido muchos kilos y le obligaba a comer más despacio. Poco a poco, empezó a ganar peso. Su estómago era más pequeño y no comía de manera rápida y atropellada, pero seguía comiendo mal; a base de grasas y productos precocinados. En ocasiones, decía mi amigo, comenzaba a comer a medio día y se juntaba con la cena, porque comía la misma cantidad de comida que antes pero en el doble de tiempo.
Creo que es un ejemplo ilustrativo de lo que ocurre cuando no se combina la práctica con la fuerza de voluntad. Obtienes ventajas como evitar los sentimientos de culpa o los pensamientos improductivos que acompañan ciertas conductas indeseadas, pero sin una fuerza de voluntad que enraice una nueva forma de vida, la meditación será como sembrar en tierra baldía.
Creo que una de las diferencias principales entre algunas disciplinas psicológicas clásicas (sobre todo las conductuales) y la meditación, está en la relación que se establece con los condicionamientos que definen los comportamientos o pensamientos futuros (o el “karma” si utilizamos terminología Budista).
Las prácticas de la psicología conductual son proactivas centrándonse en cambiar los patrones condicionados y los condicionantes desadaptativos por otros patrones y condicionamientos adaptativos (“no hagas esto” sino “haz esto otro”). Sin embargo, aunque este cambio de condicionamiento genere menos sufrimiento al generar pensamientos y conductas adaptativas a una situación vital concreta del individuo, en el fondo sigue siendo sustituir unos condicionamientos por otros.
Esto sin duda ayuda a vivir en un menor conflicto con el mundo, y creo que tiene un valor que no se debe ignorar, pero no libera al individuo, lo pone solo bajo un “amo” más benévolo.
Según como yo lo veo, el proceso de despertar a través de la meditación se dirige a salir de cualquier condicionamiento, incluso de aquellos que son adaptativos y nos ayudan a vivir más fácilmente, ya que cuando la situación externa cambie….(y siempre cambia), podrían dejar de ser útiles en cada nuevo escenario vital y habría que volver a empezar, pasándonos la vida luchando, adaptando nuestra conducta a las cambiantes situaciones y sufriendo hasta que por fin lo conseguimos cada vez (solo para volver a empezar el círculo poco después).
Y así, el proceso de la meditación te sugiere en el fondo un “no hacer nada”, a salirse de la “rueda de la vida condicionada”, a “no crear más karma” y por tanto a no sustituir unos condicionamientos por otros, solo ser conciencia testigo, y así liberarnos de forma definitiva del sufrimiento ligado a la impermanencia de todo momento que vivimos.
¡Gracias por el comentario, Silenciozen! (y perdona por publicarlo/responderte con retraso).
El problema que yo veo en el condicionamiento es que lo veo inevitable. Es un proceso casi fisiológico que no puede evitarse de manera consciente. Podríamos decir que intentar no estar condicionado es como intentar que los fotoreceptores del ojo no manden los estímulos al cerebro cuando nosotros queramos. No es posible porque al final, cualquier aprendizaje es, desde mi punto de vista, condicionamiento.
Por eso no creo que el objetivo final sea salirse del condicionamiento. No lo veo posible. Es como la paradoja de la comunicación, en la que es imposible no comunicar porque tu propio silencio ya dice algo.
No hacer nada ya es hacer algo. No crear karma es crear karma.
Creo que puede tratarse en el fondo de escoger hacer algo, algo mejor para ti y para el mundo, aunque teniendo siempre presente que la dirección puede cambiar en cualquier momento.
Estoy de acuerdo que la aparición de impulsos condicionantes en nosotros es inevitable, pero la diferencia está en si son capaces de generar o no pensamientos o acciones condicionadas posteriores.
Con la práctica de meditación se abre poco a poco un espacio que permite tener un mayor grado de libertad y como dices, poder escoger detener la aparición de las acciónes o pensamientos condicionados que iban a aparecer como consecuencia de un pensamiento previo. A mi modo de ver es una cuestión de grado de libertad sobre los impulsos condicionantes y no tanto que aparezcan o no.
Ahora la pregunta sería : ¿sigue siendo «condicionamiento» aquello que habitualmente es un condicionante pero que gracias a la práctica ya no es capaz de generar de forma automática una acción o pensamiento condicionado, sino que ya somos capaces de escoger?.
La respuesta puede ser sí o no, cuestión de discurso, pero lo importante es que eres libre de él. Si eres realmente libre de escoger en un momento concreto, estas libre de condicionamiento en ese momento concreto.
Hola, creo que la meditación tiene tantos beneficios que si intentaramos hacer una lista de ventajas y oportunidades de la meditación seguramente nunca terminaremos esa lista debido a la gran cantidad de posibilidades que nos aporta la meditación.