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Durante un tiempo estuve pensando en la empatía. A lo largo de los años, he realizado muchas entrevistas laborales a directores y gestores de equipo, y podía ver que algunos de ellos mostraban un interés genuino por las personas y otros que, a pesar de tener la capacidad para hacerlo, les importaba un pimiento la gente de su alrededor.

 

empathy

empathy (Photo credit: glsims99)

Para que os hagáis una idea, estoy hablando de personas que, por su posición en el trabajo tienen que conocer a los demás, bien sean miembros de su equipo u otros directores. Es gente que trabaja con gente y para la gente. Este tipo de gente me daba muestras de que eran capaces de comprender a los demás, que podían conocer los comportamientos y motivos de aquellos con los que se relacionaban, y que a pesar de eso se comportaban como los típicos jefes hijos de puta.


Llegue a pensar que existen dos tipos de empatía: la empatía tradicional, lo que entendemos como un ponerse en los zapatos del otro; y otra empatía racional, que nace de las capacidades analíticas que uno tiene, Es, por así decirlo, una empatía que nace del corazón y otra que nace del cerebro. Al fin y al cabo, todos tenemos una cierta habilidad para evaluar a otros. No se necesita ser psicólogo, es algo que hacemos siempre que interactuamos con los demás. Cuando te sitúas frente a otra persona, todos realizamos un análisis más o menos consciente del otro. Así, sabemos si este o aquel tema le molestará o se sentirá receptivo. Sabemos que a tal o cual persona no podemos mencionarles temas políticos o religiosos, o le notamos más o menos alterado y adaptamos nuestra conducta con respecto a las conclusiones a las que llegamos. En determinadas personas, esa capacidad de análisis es muy refinada, y decimos entonces que estamos ante alguien inquisitivo. Decimso que es alguien que “cala” muy bien a la gente.

 
No obstante, esas personas no tienen porqué responder de manera empática ante los demás. Hay gente que utiliza esa capacidad para negociar o vender; o para sobrevivir en entornos de alta presión, como en el caso de los directivos que mencionaba antes. Pero ahí, la parte emocional de la empatía está de alguna manera anulada por la parte intelectual.
La contrapartida la tenemos en gente que se mueve más por instinto. Esas personas que pueden comprender los sentimientos de los otros y “vibran” con las emociones que siente la persona de delante. Puede que su capacidad de análisis no sea tan consciente como la de los primeros, pero sin duda hay algo que les permite conectar en un plano emocional y sienten esa empatía genuina que se define como identificación emocional.

 
Sin embargo, cuando estaba buscando información en la red sobre este tema, encontré este artículo de Punset sobre las reacciones del cerebro ante las emociones de los demás, que básicamente viene a decir que no existe una diferencia entre el cerebro y el corazón a la hora de interpretar el sufrimiento ajeno. Reaccionamos igual ante las necesidades de los otros y las nuestras propias. No importa si es resultado de un frío análisis racional o de una vibración emocional. Tanto si es algo propio como ajeno, nos mueve igual.

 
Resulta un punto de vista muy interesante, que abre la puerta a otras interpretaciones de por qué la gente actúa de manera egoista aunque sea consciente del sufrimiento de otros. Quizá sea esta la razón de esa sensación de infelicidad que luego se intenta tapar a través de ganar más dinero, obtener un ascenso o comprarse un coche nuevo. Porque es muy sencillo identificar tu propia falta de líquidos como sed, y buscar un vaso de agua, pero no todo el mundo sabe que el sufirmiento de los demás nos genera a nosotros una desazón interna, y sin ser conscientes de esto así no podemos encontrar el remedio adecuado.

 

 

Podéis descargar el artículo desde aquí:  semanal20110403

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