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Todos funcionamos bajo un esquema en el que las emociones, los pensamientos y las acciones están vinculados entre sí. Cualquiera de estos elementos impacta en los otros. Este es un proceso básico en psicología que está en la raíz de muchas técnicas terapéuticas. Por ejemplo, un pensamiento positivo generará emociones positivas y al revés, cuando algo nos sale mal, o cometemos un error, nos sentimos mal.

En la práctica de metta, y siempre desde mi punto de vista, creo que existe una diferencia fundamental en lo que aparece primero, si la emoción o el pensamiento. Por ejemplo, si pensamos en alguien que nos cae mal, la emoción inmediata que se genera es negativa. No tiene por qué ser algo muy potente, como un odio visceral (que puede aparecer si la persona nos cae muy mal), puede que sea una desazón, una sensación ligera de malestar para con esa persona.

Ahora bien, si comenzamos a conceptualizar nuestra relación con esa persona, estaremos modificando esos sentimientos a través del pensamiento. Es el tipo de proceso que ocurre cuando por ejemplo, pensamos en los problemas que puede tener esa persona, pensamos en que también él o ella puede estar sufriendo, en aspectos que quizá conocemos de su vida personal que sabemos no están bien. Entonces esos pensamientos cambian nuestra percepción de esa persona y, por la interacción entre pensamientos y emociones, los sentimientos comenzarán a ser diferentes.

Creo que debemos tener cuidado con este tipo de situaciones por la trampa implícita que suponen: son los pensamientos los que están cambiando los sentimientos. En este caso que describo, la práctica de metta nace arriba, en la cabeza, no abajo, en el corazón.

¿Somos conscientes de que éste es el inicio de la práctica y no el fin?

Podemos caer en la tentación de pensar que al actuar así estamos cambiando nuestros sentimientos hacia una persona. Efectivamente hay un cambio, pero es un cambio de pensamiento. Este cambio de pensamiento es un avance, es una mejora. Nadie pone en duda que es mejor tener pensamientos agradables sobre la gente en lugar de pensamientos desagradables.

Es importante recordar que no hay que dejarse atrapar por los pensamientos. Los pensamientos agradables pueden ser una cárcel tan férrea como los pensamientos desagradables. Pintar los barrotes de rosa no te hace más libre.

El amor compasivo debe nacer de abajo y dirigirlo hacia las personas de tu entorno. Sin importar que te caigan mal. Sin conceptualizar. Ahí es donde creo que reside la esencia de la práctica metta. Sentir amor (primero), dirigirlo hacia las personas (segundo).

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