Estaba leyendo a Eckhart Tolle en “El poder del ahora” un párrafo relacionado con el Karma Yoga hinduísta. Según el Karma Yoga hay que mantenerse desapegado de los resultados de la acción que realizas, y Tolle aprovecha esto para mencionar nuestra tendencia a evitar el presente huyendo hacia el pasado o el futuro.
La intención que hay tras el Karma Yoga cobra una especial relevancia en estos días de recortes, manifestaciones reivindicativas y demás, y ataca a algo fundamental y básico de nuestra cultura actual: la cultura del esfuerzo.
Lo vemos en todas partes, incluso en nosotros mismos. Desde pequeños nos han enseñado que con suficiente esfuerzo y dedicación uno consigue lo que se propone. Hay muchísimos ejemplos de que este patrón está inmerso en la vida cotidiana. Muchos más de los que quizá creamos. El ideal del sueño americano, en el que una persona corriente puede llegar a cualquier cosa mediante su dedicación es quizá el más obvio.
Y sin embargo, ahí tenemos a los hindús y su Bhagavad guitá, precursor del Karma Yoga, diciéndonos que no, que lo importante no es lo que conseguimos si no la acción en sí. Tolle lo trae a colación porque en su libro habla continuamente de que la presencia, estar en el ahora, implica no preocuparse por los frutos de tus acciones, que es lo que ocurrirá en el futuro. Es decir, si realizas una acción pensando que por eso te van a recompensar o vas a evitar un castigo, estás atrapado en esquemas temporales ilusorios, y tarde o temprano estos te generarán sufrimiento.
Esto es algo que se ha hecho evidente en nuestro mundo actual. La gente trabaja duramente en su puesto de trabajo y espera que, al final del año, ese esfuerzo sea recompensado con un aumento de sueldo. Y cuando ese aumento no se materializa, sino que te recortan el salario, la gente se enfada. Va contra lo que nos han enseñado: si te esfuerzas, te recompensan. Se castiga al que se porta mal, no al que se porta bien.
Esto es lo que nos intenta señalar esta tradición hindú. Nos dice: tienes derecho a la acción, pero no tienes derecho a sus resultados. Pero esto es algo muy difícil de digerir. Nos viene a decir que nuestro esfuerzo no significa nada. Da igual lo que luches, la vida tiene sus planes.
¿Es esto una locura?
Nuestro profesor de dibujo técnico del instituto era un señor anciano y con importantes problemas de visión. Por eso, cuando nos examinaba, era bastante fácil copiar. En uno de esos exámenes, uno de los chicos, conocido porque dibujaba muy bien, le pasó la lámina al profesor y este le puso un notable alto. Después, le pasó la lámina recien calificada a otro compañero, que se las arregló para borrar la nota recién puesta. Cuando este nuevo alumno recogio la misma lámina, tenía un suficiente pelado.
Este experimento nos demostró cuando éramos adolescentes, que las notas eran muy subjetivas. Y seguro que vosotros tenéis ejemplos parecidos. Los exámenes que consideramos injustos lo son porque pensamos (y seguramente tengamos razón) que no están teniendo en cuenta todo el esfuerzo que hemos invertido. Ocurre lo mismo con la selectividad, que se critica porque pesa demasiado la nota de un examen frente al esfuerzo continuado de años. Si ese día estás enfermo o particularmente espeso, se acabó. Pero es así. Igual que con las oposiciones.
Los resultados suelen venir condicionados por una multitud de factores de los cuales nuestro esfuerzo es sólo uno de ellos. Y sin embargo lo consideramos suficientemente importante como para que las cosas salgan como nosotros queremos que salgan.
Puedes haber estado trabajando hasta tarde durante un año, tomando responsabilidades que no te corresponden y teniendo unos resultados estupendos, pero si los directivos de tu empresa son uns avaros o tu jefe directo se lleva mejor con tu compañero, es muy probable que tu aumento de sueldo sea insignificante o nulo.
Y lo mismo ocurre con la gente que demanda que no se les despida después de una vida de dedicación a la empresa.
Decía antes que para Eckhart Tolle estás atrapado en esquemas temporales ilusorios si te basas en los resultados, y yo creo que estamos muy fuertemente arraigados en la cultura del esfuerzo para darnos cuenta de esto.
Piensa, por ejemplo, en lo que supone todo esto que estoy escribiendo: supone que el éxito no depende de tu esfuerzo. En serio, piénsalo: que Nadal sea el mejor tenista de España no depende de su trabajo ni de su entrenamiento. Que Amancio Ortega haya fundado Zara y ahora sea uno de los hombres más ricos del mundo no depende de su entrega o su inteligencia para los negocios. Que uno termine realizando su sueño no depende del empeño que ponga. Que uno acabe liberado del sufirimiento no depende del tiempo que practique.
Si esto produce una sensación de desasosiego o de incredulidad, puede que sea un síntoma de que estás atrapado por el tiempo como dice Eckhart Tolle. Porque en todo cuanto hacemos, nuestra acción voluntaria, nuestro esfuerzo juega un papel muy pequeñito en los resultados. Están los demás, las condiciones físicas, el estado anímico, por no hablar de las variales que aún no se han descubierto y que pueden estar jugando un papel muy relevante. Piensa en eso de “estar en el momento adecuado en el lugar oportuno”. O en la mariposa que bate sus alas en japón y ocurre un terremoto en la otra parte del mundo. ¿Cómo eso puede conjugarse con lo de que si te esfuerzas conseguirás lo que te propones?
Al final, no se trata de que no haya que esforzarse, sino de que tus actos son tuyos y lo que obtienes no. Puedes esforzarte, y sin duda, de la acción obtendrás unos frutos. Pero tenemos que ser conscientes de que esos frutos no tienen por qué ser los que nosotros queremos.
O como dirían los Rolling Stones: “You can´t always get what you want” (but if you try sometimes, you might find that you get what you need)
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