Una práctica de meditación es la que desde el Zen se denomina shikantaza o conciencia sin elección. Shikantaza es simplemente sentarse. Nada más. Y nada menos. Porque se trata de simplemente sentarse pero sentarse con una conciencia despierta, percibiendo todo aquello que quiera aparecer, reflejando, como dice alguna definición, la realidad de la vida.
En estas prácticas en las que la premisa fundamental es observar a tu alrededor aplicando la consciencia a todos los objetos, es probable que aparezca la percepción directa y sentida de las características más básicas de la realidad o «laksanas».
Según el budismo, la realidad que percibimos se caracteriza por tres marcas: es impermanente, es contingente y no es satisfactoria.
Cuando meditamos en shikantaza podemos percibir en el baile de los sentidos estas características. Todo se mueve, todo viene y va. Por tanto todo es impermanente. Podemos llegar a percibir que no hay nada donde agarrarnos. Que la realidad sea mutable quiere decir que todos los fenómenos que la forman son igualmente transitorios. Todos. Desde tus pensamientos y creencias hasta las fibras del asiento sobre el que te sientas. Desde tus uñas y dientes hasta el edificio en el que duermes.
Uno puede ser mas o menos consciente de estas cosas en un sentido habitual, cognitivo. Pero realizar esto en una practica meditativa implica un conocimiento real y directo de esa característica de la realidad.
Si uno percibe esta impermanencia en todo lo que le rodea, puede que aparezca una conclusión lógica posterior de que todo en la realidad es construido. Esa sensación tan habitual de que el mundo existe tal y como vemos es una construcción de nuestro cerebro para vivir en el mundo de manera funcional. No nos paramos de manera habitual a considerar que todo es transitorio. No pensamos que vayamos a cambiar de opinión o gustos, tomamos decisiones pensando que estamos en lo correcto. Tampoco actuamos como si nuestro trabajo fuera a cambiar, aunque la realidad, a menudo de manera dolorosa, nos lo recuerde de vez en cuando.
Nuestro cerebro construye la realidad a un nivel muy básico, desde las percepciones hasta las cogniciones y las creencias. Cuando avanzamos en la práctica de la meditación y comenzamos a percibir que hay una construcción detrás de todo lo que percibimos, pueden surgir dudas que extendemos a toda nuestra realidad.
La consecuencia positiva es que, si todo lo que percibimos es construido, ¿por que preocuparse? Las ofensas carecen de significado, los pensamientos negativos pierden mucho poder, muchas de nuestras neuras empiezan a bajar. Te das cuenta de que lo realmente importante es respirar, comer, dormir… esas cositas tontas que te mantienen vivo, no el iphone, el coche o incluso el wifi.
Sin embargo también hay puede haber una conclusión quizá no tan amable, porque si todo es construido, ¿por que hacer determinada practica? Es más ¿por que seguir las leyes? Al fin y al cabo, las propias leyes son un acuerdo arbitrario…
>Sin embargo también hay puede haber una conclusión quizá no tan amable, porque si todo es construido, ¿por que hacer determinada practica? Es más ¿por que seguir las leyes? Al fin y al cabo, las propias leyes son un acuerdo arbitrario…
Bueno, el planteamiento budista es justo al revés. Primero determinas que sufres y luego buscas la causa, una vez encontrada la causa buscas la solución. 🙂
Así pues la pregunta no es ¿por qué práctico si todo es impermanente?
Sino que practico porque sufro. La causa del sufrimiento es la impermanencia e insatisfactoriedad de todo apego/deseo y la solución es ver la impermanencia e insatisfactoriedad (obtener sabiduría) gracias a la práctica.
Por eso practico. 🙂
Un abrazo.
Hola tao!!!!
Como ves por la segunda parte de la entrada, yo apuntaba mas hacia la duda que puede surgir en algunos meditadores cuando perciben la realidad tal cual es.
Tu aportacion sobre las razones que llevan a la practica me parecen muy acertadas.
Un placer leer tus comentarios! Muchas gracias!